Inicio » Blog mamá curiosa » La importancia de comer-jugar y amar
En diversas ocasiones he participado en debates intensos con amigas y familiares sobre si está bien o no el llevar a los niños desde pequeñitos a los centros de estimulación temprana o prekinder, cuando digo “pequeñitos” me refiero antes de los 3 años de edad.
En general, estoy muy atenta a lo que se dice, todas las opiniones me parecen valiosas para llegar a una conclusión y me llama de sobremanera la atención cuando estas van acompañadas de vivencias y situaciones que dieron buenos resultados. He escuchado de muy buenas experiencias, muchas de ellas significativas para el aprendizaje de cada niño; en especial, cuando estas han logrado darle la oportunidad de ser el autor de un descubrimiento a través de pequeñas simulaciones de la vida cotidiana y de “situaciones mágicas” como el lanzar burbujas al aire – yo, aunque esté mayor, sigo encantada con estas bolitas que se esparcen y se desvanecen en el aire-. De otras opiniones, he percibido temor por tomar la decisión de pasar por nuevas situaciones, no por egoísmo u otra razón sino porque en ocasiones se asocia lo novedoso a un riesgo, un temor de algo que no conocemos y nos cuesta probar.
Después de algunas idas y vueltas de ideas, opiniones y lecturas de artículos y blogs, me atrevo a compartir algunas conclusiones que les pueden ser de utilidad y que me dejaron impresionada por el impacto que tienen en el desarrollo de nuestros bebés:
La primera infancia, sobretodo hasta los 3 años, es la etapa más significativa en la vida de nuestros hijos. Ellos llegan al mundo con millones de neuronas en su cerebrito y entre ellas existen muchas conexiones que serán la base de su desarrollo, lo más impactante es que podemos hacer que esas conexiones crezcan y crezcan sin parar. Imagínense que juntáramos miles y miles de lucecitas de navidad conectadas entre sí que se van acomodando en diversas partes del cerebro para que brillen y que cumplan diversas tareas que tienen y tendrán, como poder hablar, manejar en bici o recitar una poesía. Serán - nada más y nada menos - que la base para poder desarrollar su estructura de aprendizaje, su inteligencia, desplegar su creatividad y también su personalidad.
Lo curioso de este mágico circuito neuronal es que nosotras podemos hacer que estas “pequeñtas luces de navidad” puedan multiplicarse y tener mayores y variadas conexiones. ¿Cómo podemos lograrlo? Existen tres elementos esenciales: “comer, jugar y amar”. Hay que brindarles una buena y variada nutrición, generar estimulación basada en la comunicación, jugar por bastante tiempo (recuerda las burbujitas) y llenándolos de besos, podemos alcanzar que esta ecuación se traduzca en el desarrollo que tanto esperamos. Aquí debo agregar que también es bueno contar con ayuda profesional que impulse nuestra creatividad y nos ayude a diseñar experiencias que haga que estas conexiones sigan y sigan sin cesar.
Si eres de las personas a las que les gusta conocer algunos datos importantes, te comparto dos significativos: más del 80% del cerebro de tu bebé se forma antes de los tres años y jugar 15 minutos con él puede desencadenar miles de conexiones cerebrales, si, ¡en sólo 15 minutos!
Volviendo a la pregunta inicial: ¿Debo llevar a mi hijo a un centro de estimulación temprana o prekinder?
Mi recomendación es que es importantísimo que nuestro pequeño desarrolle el potencial con el que la vida lo bendijo, nosotras podemos realizarlo de manera natural o con una guía profesional, lo importante es que no dejemos de estimular a nuestro bebé inclusive antes del nacimiento, a través de nuestra voz cuando le hablamos, cuando nos movemos o bailamos y cuando los ejercitamos.
Luego, al estar con nosotros, cuando nos acercamos, cada mirada, cada palabra y caricia es un estímulo. Durante sus primeros años cuando los ejercitamos para que gateen, cuando los ayudamos a que se pongan de pie, cuando los motivamos a que caminen y luego hablen, es una explosión de conexiones que generan acciones, sensaciones y emociones.